Horizonte

Cuando me sueñas palpitante,

ciñes mis alas a la tierra.

Entonces dejo de ser pájaro

vibrando en tránsito peregrino,

me despojo del vuelo en mi bandada

y cedo el camino hacia el crepúsculo.

El horizonte se recorta inagotable,

es la franca línea que se dibuja

en el recorrido de tus labios.

Pero aún en ese laberinto,

un gran “Cerbero” que atrapa,

inhalo el susurro acariciante

y descanso en el aliento de tu boca.

Ya no me desangro en el silencio,

herida con el eco de mis miedos.

Simplemente desgarro eslabones

redimiendo con fuerza, la derrota,

atajo piedras lanzadas al espejo,

abro siniestras puertas corrompidas 

de castillos construidos en secreto,

y denomino a mis lápidas sin nombre,

para contemplarlas sin temor

en el estrecho camino de retorno.

Sólo reconozco tu palabra

incondicional y única entre todas,

transitando en el profundo vientre

de mis sueños más cercanos.

Y allá quedaron tu voz y mi libertad,

tan lejos de mí, tan cercanas a ti,

tan próximas a tu boca,

y nutriéndonos en la savia

hasta fraguarnos soberanos.

Cecilia Montoya I 02.02.2014