Si existe un mundo indeterminado, que se expande hasta los confines más insospechados, ese es el de un niño. Hay mundos multidimensionales escudriñando como sombras, escondidos en los rincones y recreando juegos imprevisibles.
Cuerpos tan pequeños y frágiles a la vez, encierran el tesoro incalculable de una mente que se dilata al ritmo del universo.
En un rincón, junto a una niña dormida, convive el recuerdo de un libro que generosamente vió la luz, de la mano de aquel visionario escritor: Jules Verne. Un libro de profundidades misteriosas, tejido desde la nada, donde persisten criaturas fantásticas, capaces de despertar todas las sombras de los temores dormidos que acechan a cualquier adulto, nunca a un niño.
Es ese océano azul profundo, insoslayable, que necesita contarse, manifestarse en un mensaje libre de prejucios. Yo lo tomo, con la mayor fidelidad posible y a la distancia simplemente, ejecuto las notas que alguien, tan magistralmente, susurra a mi oído.
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